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sábado, 20 de enero de 2007

Los Tazos Parte 2

Bueno, voy a seguir hablando de ese objeto redondo no identificado que nos robábamos unos a otros.

Ya hemos analizado algunos factores de los tazos, Pero quedan muchos que no hemos analizado. Por ejemplo, el campo de juego. Advertencia: ES IMPOSIBLE JUGAR A LOS TAZOS EN EL PARQUET. Imposible. Ni lo intentéis. Podrías estar jugando durante horas hasta que decidas dejar la partida en tablas. El mejor medio para los tazos era un suelo irregular, pero recto a la vez, como las piedritas esas que había en el Versalles, o en la cancha de fútbol, porque la antigua es igual al parquet, así que no probéis.

También era tradicional tener un tazo seleccionado expresamente para lanzar, que solía ser el de tu bicho preferido o, misteriosamente, uno blanco. Pero un tazo blanco encierra muchos misterios. ¿De qué era? ¿Qué tenía dibujado? ¿Es mágico? Contaba la leyenda que los tazos blancos eran mejores porque al no tener pintura eran más aerodinámicos al aire... Nunca se sabrá...

Una cosa curiosa era cuando perdías tu penúltimo tazo y sólo te quedaba uno. Pero tú eras valiente y apostabas lo último. Necesitabas resarcirte de las pérdidas y era tú única posibilidad. Por ellos, dejabas tu tazo en el campo de juego, y decías: "¿Me dejas uno para tirar?" El contario accedía, dejándote el más mierdero que tenía (pero nunca blanco) para humillarte. Pero, sorpresa. Ganabas. Y volvías a apostar. Y volvías a ganar. Entonces llega un punto en el que el contrario se hartaba y enfadado, te pedía que le devolvieras el tazo chachuno que tanta suerte te dio. Tú te niegas, pues crees en las propiedades mágicas de tal tazo, pero su dueño consigue su propósito, que pa algo es suyo. Entonces, con una sonrisa macabra, se dispone a lanzar con el tazo de la suerte, pero... ya no le da esa suerte. Ese tazo sólo tiene poder en tus manos. Es tu arma secreta. Le suplicas que te lo cambie, que te lo regale, que lo apueste, o que si no te lo da que le pegas. Pero el malvado contrincante no quiere, pues dar poder al enemigo es de tontos, y mirando el tazo con tristeza y decisión, decide romperlo en 4 pedazos. En tu cara se dibuja una mueca de terror y tristeza, y asumes que tu arma secreta, el tazo único, ha desaparecido.

Con el tiempo se fue depurando otra técnica. Una técnica macabra, digna de criminales: la retirada. La retirada consistía en que cuando tu partida iba en declive y sin posibilidades, coger tu tazo y decir otra de las tantas frases mágicas de los tazos: “ME RETIRO”. Lo recomendable en este caso es que después de formular la frase, con tazo en mano, correr hacia una dirección que no sea hacia el frente, pues tu oponente se haya ahí y puedes recibir una patada en el culo. Retirarse le daba a uno una satisfacción similar a la de robar un chicle en el quiosco o esconderle el boli en un examen a un compañero. Era un síntoma de poder, una sensación que te hacía sentir que nada podría pararte… excepto otro igual que tú que también se retirara. Y no sólo te hace bajar de la nube, si no que encima te enfada y te cagas en sus muertos, sin pensar que tú lo has hecho hace 2 minutos. Pero ese no es el final de las retiradas. La malvada técnica fue evolucionando hasta llegar al punto de retirarse una vez que tu contrincante ya te ha volteado, o sea ganado, el tazo. Qué ruines son los niños.

Continuará...

El martes, la 3º y última entrega, pues mañana y pasado los dedicaré a escribir las crónicas de la tarde del sábado y de los encuentros de mis equipos. Saludos!!

1 comentario:

Unknown dijo...

:O
Holas Rubo (no? xD), amigo de mi primo, hijo de Lethuriel y portador de la espada blablabla...

He visto tu comentario en mi blog y, bueno, pasé a leer algo del tuyo, y he de decir... di0x xD
La historia de los tazos es exactamente como a mí me gustan las historias, sobre todo la segunda parte xD
¡Deberías seguirla!

Un saludo ;)